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martes, 27 de diciembre de 2011

Nunca es tarde para la poesía

Y con el respiro de Navidad este poeta vuelve al redil, un poco más sombrío y cansado, pero ansiando aún vida con que escribir verbos más luminosos...

Es tarde 
             
                  A César Vallejo

No hay perdón, César,
ni quedan palabras.

El silencio triunfa como un tótem torcido
que incluso respiraría, si acaso lo oyéramos caminar,
aspiran nuestros suspiros las nubes
nos absorben sin clemencia no basta
que quiebren sus parapetos discurren
su soledad y nos aplastan contra el suelo,
como a un césped de carne.

Es tarde,
no quedan palabras.

Nadie lo puede entender.


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domingo, 16 de enero de 2011

Contemplación

Esta tarde que es gris suspendido,
con su rémora escarchada,
su horizonte que entrelaza,
que con su ritmo decanta el olvido.

En él me fijo. En ti.

***

Vientre arremolinado de luz,
Estrago de color, materia de sueño,
Esta noche no alcanza
A lamentar su propio transcurso,
Irisada derrama dolor. Oscuridad.

domingo, 9 de enero de 2011

Sonido de amor

Resuenas aún
tras tanto tiempo de sílabas y perdida,
y oigo aún o eso creo –es tan leve el concierto–
la siempre serena acusación del tiempo dado.

Y nos captura –tal vez somos– una naturaleza muerta,
nosotros presos en departamentos estancos
seremos vida que no pueda más que abrirse.

Por momentos arden mis labios,
por momentos mientras viro,
sobre un eje de metal, una puerta giratoria
donde el silencio es certero, tanto que convence
como para abandonar el silencio
y redimirlo y silenciarlo
y recogerme en un espacio
lejos de lo ortogonal y giratorio.


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domingo, 2 de enero de 2011

Carta cerrada a Neruda

Resulta extraño: que un joven de mi edad hable nostalgia, presintiéndola como piedra; cenital y desangrándose. Extraño si relatara aquí desde el prisma de un puñal calcáreo que manase sangre, si viera a través de él, si es que Isla Negra o cualquier selvática fosforescencia arrumba lejos de mi universo, extenso de cromáticos grises y soberbia estructura, dónde la sacudida oceánica no vibra, dónde se sucede inapetente el vertical ritmo de avenidas.

Somos también fuego, tierra, palabra y sed. Pero inspiración, poeta, es aquí palabra desclasada. Aún se es joven, en ausencia de imágenes. En la propia ausencia de tu verdor apoteósico, en su jadeante naturaleza y aquello que advierto en lo que narras me resguardo: para hablar nostalgia y tantas otras historias hacinadas sin forma en mí, en nosotros incluso.

Es joven, mi vocación. No distingue lo pertinente. He sentido el desamor, y éste ha cuajado con un límite cúbico por sobre mis pocas palabras escritas. Aún te siento. He sentido la muerte. Aún os recuerdo. He perdido a algunas personas, crispados los vínculos que antes escanciaban su irreductible aroma. Aún os aguardo, te aguardo. Tras de todo subyacía un simple ansiar la felicidad, la belleza, la verdad. El miedo al dolor.

Soy en suma un ser mediocre... pero cuando se desata la habitación roja, como un apéndice grotesco de mí mismo o mi bazo o mi deseo, parece sostener mi pensamiento y alucinado lo tiende a secar sobre el cordón de humo que despide el tabaco negro. Entonces soy un conato de escriba con permiso de ser. Desnudo sobre la arena entreabro unos labios rebeldes y consiento que el estertor granulado, la inspiración, ya desclasada, me lama los labios, lacerando mi piel, ansiando mi lengua con el mutismo de un amargo arrabal plisado que aguarda en un mueble ocre. El mutismo de aquello que escribo crepita al ser desvelado desafiando la monotonía de mi ciudad de hormigón.

Y si "en la casa de la poesía no permanece nada sino lo que fue escrito con sangre para ser escuchado por la sangre", sonrío, sonreímos al pensar, que nuestra sangre no sea grata, que no caería, caeríamos, en gracia a Neruda, nosotros, poetastros urbanos. Mas compatriota chileno, si así fuera, préstame al menos algunas palabras, baste un sólo decir "para nacer he nacido". Esta es mi vida. Basta.

(Valencia, agosto del 2002)


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lunes, 27 de diciembre de 2010

A un paso

Recostar el sueño que, agotado,
anuda grises adelfas bajo los párpados,
es tan semejante al filo que desgrana
lamento de ser, y alegría semejante al dolor.

Ansiar vida como aquel que sabe,
que no recuerda, la lluvia
diluye el dolor. (Como la noche que fue
y no volverá y con los brazos en cruz
recorrer filas de automóviles por la
ciudad huérfana de toda luz, vida.)


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domingo, 19 de diciembre de 2010

Coral

La savia ciñe tu vestido.
El lumen único de tu rostro descabala el día.
Ven más allá, ríe tu éxodo de raíces.
Sé quien eres.

Dime algo azul, y al decir besa la cuenca
de la palabra sin hombre que la pronuncie,
ondulación de soledad sin forma.
Sé quien eres y te persigo.

Esta tarde es perenne. Contra ella restallan
caudales, vocifera la escarcha tecnológica.

Dime algo azul, y sobre el hilo atardecido lía rubias
luciérnagas de coral.


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domingo, 12 de diciembre de 2010

El dolor es azul

El día arrojado en esperanza última,
a ras de gigantes de hormigón líquido,
replegado el jardín y en él su hermética dicha,
el reverdecer jaezado que no pudo contagiarnos.

Encrespado sobre el suelo,
amoratado por la sacudida,
el lapislázuli acribilla mi espalda
y sobre él me tiendo – sobre la dicha –
inadvertido me sumo al ojo acristalado,
acaricio el estentóreo atardecer
pues sé que tras su sólida transparencia
aguarda lo ajeno mi encuentro.

Desperezo la oscuridad,
tendido sobre el suelo.


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domingo, 5 de diciembre de 2010

Entonces te besé




I
Está anocheciendo,
una vorágine me lleva consigo,
se extiende ante mí
y la ciudad que habito,
y me posee en un escalofrío
que azora
una a una las
dispersas migas de neón,
cuyo orden - ritmo telúrico - he de desentrañar
y no conceder un olvido,
no puedo, no debo dormir.

II
El duermevela de tus dedos
me usurpa, transgrede el limbo pasado
y añoro el miedo en mis labios.

III
Esta anocheciendo...
si confundidos éter y barro,
si la cúpula celeste se vertiera sobre nosotros,
si nosotros fuésemos catapultados a su vértigo,
persistiendo en él,
imágenes y reflejo de un cielo,
nubes inmersas en un río de calma,
briznas volantes,
retazos de crepúsculo,
entonces...

IV
Entonces te besé
y a mis pies, nosotros entrelazados como sierpes mordiéndose la cola,
las dispersas migas de neón, los astros,
eran doseles del almíbar
al cuidado de tu mirada.

V
Entonces me besaste
y el silencio te miró fijo a los ojos y contuvo el aliento
en un cuenco de caricias impracticables,
cual embiste de celos
del aire que mordía tus labios.

VI
El duermevela de tus dedos
me usurpa, transgrede el limbo pasado
y añoro el miedo en mis labios,
dime porqué siento ganas de llorar,
dime que está anocheciendo...


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domingo, 28 de noviembre de 2010

Poesía de rendición

Entreabro los ojos vidriosos.
Entiendo.
Envaino las llagas,
lanzas de quebranto que hice mías,
son en mí, no cauterizan.

No van a verme o sentirme más pues,
retomo el libro que, a medias...
aquel que no supe, parado de la intriga
por saber y aún así, cómo acabar...

Otorgo final como el que sabe
que no hay rencor para un mundo,
o el mundo concluso no
resiente que vaya a desistir,
que al amparo de la lluvia desmenuce sus recuerdos,
reavivando antiguas estancias de realidad,
desterrado en latitudes calinas,
si conato de escriba con permiso de ser
entreabre unos labios rebeldes y consiente
que el estertor granulado le lama
los labios lacerando su piel,
ansiando su lengua
con el mutismo de una camisa
plisada que aguarda en un mueble ocre.

Una camisa que crepita,
revuelta y apuntalada de volutas;
una camisa que desafía al tiempo.


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domingo, 21 de noviembre de 2010

Caucho

                       a Octavio Paz

Ilusiones de caucho expandido,
quizá ya sea tarde, quizá ya encontraste,
tus labios otros labios, por eso mismo mis recovecos
se doblaron hacia el encontronazo espumado,
no presintieron el rasguño de las rocas.

Quizá cese el tiempo
con su vaivén de boyante eterno
y sobre un espacio de calas limadas,
como la crin de un caballo de roble,
espolvoree serrín purpúreo
me disuelva en un pálpito de océanos.

Quizá nunca olvide quererte
y recuerde el viento
y respire su arrullo
y así vierta mi pulso oceánico
y sucumba
y perdone
al arrítmico rompeolas,
que parecía una boya de caucho.


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domingo, 14 de noviembre de 2010

La habitación roja

               a Henri Matisse

Como a una muestra brutal,
una imagen recurrente
de besos palpables;
así te veo a ti,
cúspide aliada,
deslizándote y penetrando la noche.

En mi tibieza insomne oigo
la cercanía de tus senos áridos,
símbolos que enhebro
y capto con placidez.

Pero, ay, la ambigüedad cortés,
ese pilón deslucido lleno de peces
como anhelos rojos, ¿o de tantos colores?
No, son rojos, rojos de un sol descarnado
y aletas vacilantes
ya los blande el aire fatigado y cobrizo,
poetas albos, miríada de adoquines
que van curvando, rizando y besando aire
como un cortejo de nucas
o torsos que se ruborizan,
testigos y marismas de piel
en esta habitación roja y silente.


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domingo, 7 de noviembre de 2010

Un alud / Una luz

Pero yo sé que un alud / una luz timbra nuestras vidas
de antemano; los espectros la duermen, los espectros
no la alcanzan.

Su llanto linda una paz o mora entre camelias
y un espesor de mirlos que se baten refugia al que huye
de sus encías doradas, de un fulgor de allende que arropa
pero inflige temor.

Yo sé que hay un alud / una luz:
su llamada
tangible
la intuí en tu mirada.


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sábado, 6 de noviembre de 2010

Tríptico


Era pensamiento (deseo testado a ultramar) de un instante,
como el favor de un fuero lacrimoso, lamentablemente bello.

Era palabra (orgasmo voluble al deseo) de un transcurso,
como un axioma tangible privado de cuerpo.

Era acción (rebelde propiciatorio, deseo corrupto).

Era pensamiento,
palabra,
acción,
deidad apocada,
palabra de hombre,
hijo de su tiempo,
molusco jarreado,
bastardo cibernético.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Se truncó

Hasta hoy se asemejaba,
hoy he de olvidar esa idea nefasta
pero cómo impedir que se vierta mi sangre
si soy derrotado de antemano.

Sin más sentido que la vida alumbré un peñasco filiforme,
un rescoldo amedrentado,
la hoja mellada de ese peñasco dijo mi nombre,
me llamó por mi nombre,
constató mi presencia,
trascendiendo su forma la piedra habló,
esa misma piedra que rehusé del traqueteo de estaciones
dijo
que creerme en mí fue el más dulce fracaso, que creyéndome yo atosigué lo inútil arrojando una luz adiestrada, mecánica en su forma de penarías cuando lo evidente manaba de una vendetta delineada por un contorno de palmerales con toronjas de doble filo que surcaron la abisal transpiración del Mar Rojo, abatida de sangre de hijos cuya mirada batió la tierra plomiza de Valparaíso, sublimada por un machete que raja ahora, con la lucidez de un prófugo, un telar de mitos renqueantes.

Hasta hoy se asemejaba la poesía…
pero la vida es distinta, y la poesía, otra.


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