domingo, 26 de junio de 2011

Give us a Dead Poet

We dislike poets
because they perpetuate their frivolous soul
and perform a parade of riffs with our words,
wear tweed jackets under a steaming sun,
chase with a red pen lads who don’t cite Burns,
and trample our streets back to their high ceilinged cubicles
to feed from the fetor of confiture
and vagrancy.

We hate poets...
because they exact from the universe
our love when it’s ripe, and inscribe with their stylus
a false order and decry they’ve hearkened our blunt anecdotes,
only to rape them on top of their razor strops,
and still make it their cause
to prevent us from speaking
naturally.

And yet... we would’ve pardoned you if only our life
hadn’t gone amiss in your stirring,
because you’ve never loved,
have not loved,
will not love,
ever.

Our words, our streets, our love, our life, your stirring...
See?
We dislike poets,
we hate poets,
but give us a dead poet,
an extinct poet,
someone who doesn’t write anymore:
dead poets are the only good poets for us.


Creative Commons License

domingo, 19 de junio de 2011

Poesía desde Buenos Aires

Interrumpo esta semana las instantáneas bonaerenses... y a falta de una postesía os ofrezco dos poesías: la española es de mi último poemario, la inglesa del esfuerzo comunal de Dictionarybydefault (http://dictionarybydefault.blogspot.com).

Buenos Aires snapshots are interrupted this week... and I offer instead not one but two poems: the Spanish one comes from my last book of poems, the English one from the communal effort of Dictionarybydefault (http://dictionarybydefault.blogspot.com).

We are not bystanders to life 

and 
can barely stand 
by ourselves 
slurping silence 
tongue curved 
against the palate 
funneling 
scorched sounds 
into the deep 
to find we were: 
cancer-wrought 
into being 
to find we are: 
about to be slurped by silence 
into yet another 
metamorphosis, 
knowing 
we wait
monstrous 
a sure end: 

see life, 
life passing through 
as we stand cyclopean 
untouched by a silence that barely takes on something 
knowing we are not bystanders to life: 
that life is always something 
else beyond this standing: 
something else beyond 
this primeval 
breathing: saying: forgetting 
that we can escape
that somebody will listen to 
someone must hear 
at least pay dithering lip 
to our naked disservice to love. 



Cisne Negro
A Vicente Aleixandre

El signo aquel
que alguien vino a llamar
el olvidado
lo quise para mí
porque todos repararon
en su belleza
inverosímil
y al fin nadie
pudo aprehenderlo.

Ese pájaro opaco,
impenetrable,
que tantos perseguimos,
descabezado para mayor gloria
de los sesenta,
los ochenta,
los noventa
palomos picassianos,
discípulos de Frege,
que custodiaban
los diarios
y nuestra ingenuidad.

Ese gesto
que buscaba alcanzar
la identidad,
el sentido más alto,
inmarcesible
-que alguien diría-,
de la vida,
no lo van a encontrar.

("We Are Not Bystanders to Life" first appeared in the now defunct collaborative online journal Dictionarybydefault, 2010 [Germany]; and "Cisne negro" in Vulture Magazine, Sept. 2010 [Spain])



Creative Commons License

domingo, 12 de junio de 2011

Instantáneas de Buenos Aires II: Confieso que he cogido


Lo confieso. No he hecho otra cosa desde que llegué a Buenos Aires. No he parado de coger como un loco refocilándome sin freno en el fornicio.
Confieso que nada más aterrizar en Ezeiza cogí un par de maletas, así, por partida doble, sin pudor, dejando a medio aeropuerto con el rostro demudado y dando gritos hasta morir de frío.
Lo confieso, no lo oculto. Ya en el hostal y en flagrante ignorancia de las buenas costumbres, cogí sin más las llaves, en pleno mostrador de recepción, y sin mediar palabra me recogí en el cuarto y es que cuanto más cansado se está, mejor se coge el sueño.
Lo confieso, no envido. A lo largo de estos últimos diez días he cogido como un poseso, de todo y en todas las posturas imaginables, en sórdido follón desinhibido. Barandillas y empanadas, picaportes y manubrios, plátanos y manivelas, alfajores, subtes y colectivos. Por Corrientes o por Florida, mi concupiscencia fabulatriz nunca entendió, en cosas del coger, de vergüenza ajena ni límites psicofísicos. Confieso haber cogido en público y sin protección infinidad de mapas, folletos, panfletos y libros, del derecho y del revés, en cuclillas o arrodillado, ya fuera por necesidad o puro vicio.
Pero hoy vengo a decirles que no puedo más, que no quiero cogérmelo todo, que no quiero para mí tantas desgracias: prefiero seguir de tomo y agarro y olvido.


Creative Commons License

sábado, 4 de junio de 2011

Instantáneas de Buenos Aires I

A poco que uno la transita. A poco que uno transije y deja que la turba de imágenes superpuestas se pose en la retina como se paladearían las corcheas de un “Té para dos” de esquina y bandoneón. A poco que las imágenes se instalan bajo los párpados e instilan la certidumbre de que ese revoltijo de iniquidades y belleza del que hemos sido testigos no fue un sueño. A poco que uno aplaza el juicio a perpetuidad y permite que Buenos Aires, esa desmedida Deyanira devoradora de correntadas humanas, lo deslumbre, comprueba que bien podría ser el amor de su vida: una porteña mestiza, pizpireta y espigada que rezuma cultura por cada poro de su piel, de los puestitos de garrapiñadas a los tenderetes de baratillo, de las mantas ahítas de ropa y baratijas hasta la esquina musgosa y el kiosco más destartalado.

Y da coraje, no se entiende a quienes juntaron el valor suficiente para ceder una matria tan bella al chantaje y la arremetida de los vampiros transnacionales.

***

Anteayer me senté a almorzar en el café Tortoni, en una mesa chica y afable, junto al cuarto pilar por la derecha. El camarero me trató con un desprecio franco y absoluto que yo no pude más que agradecer, porque me gusta la sinceridad, apurando el café con leche y la media luna con la poco convincente indignación de quien se sabe indigno de penetrar los umbrales de una cultura ajena.

Lejos de escarmentar volví ayer también, para tomar otro café con mi tía y su marido, que están también de visita en Buenos Aires: ella porque es tremenda directora y actriz, él por genial actor y dramaturgo. Platicábamos de todo un poco cuando él me explicó lo emocionante que fue sentarse en la misma mesa que solía usar Federico García Lorca en el Tortoni, cuando estuvo en Argentina allá por 1933.

Casi me caí de la silla cuando dijo que era precisamente la misma mesa en la que me había sentado el día anterior, sin saberlo, con la fotografía de Lorca velando mis espaldas. El vértigo duró lo que nuestra conversación porque cuando estábamos a punto de marcharnos me acerqué a la mesa en cuestión y descubrí el equívoco. Yo, en realidad, me había sentado en la mesa junto a la mesa que estaba frente al pilar, en la que sí se sentaba Lorca, tal y como atestiguaba la fotografía del sonriente poeta granadino.

Lo único que me consuela es esta fe irracional que siempre he tenido en las casualidades, en las afinidades electivas de la vida: Lorca no pudo sentarse siempre en la misma mesa, su mesa preferida tuvo que estar ocupada por fuerza algún día y él tomó la siguiente, la mesa chica y afable, junto al cuarto pilar por la derecha, en la que años después yo sin siquiera sospecharlo me sentaría.