domingo, 2 de octubre de 2011

Interrogantes

Si hay algo universal en la experiencia humana, además del tabú del incesto, que diría Lévi-Strauss, es sin duda, la de interrogar y cuestionarnos a nosotros mismos y todo aquello que nos rodea.

Algunas de las preguntas que ahora mismo me acechan, para que entendáis mejor la encrucijada de mi subjetividad, son: ¿por qué le gustaban tanto a Neruda las listas? ¿y las mucamas? ¿por qué se demora tanto en salir el café? ¿cómo es posible que esté escribiendo una poesía en inglés sobre mamporreros argentinos que, para más inri, es una ristra de haikus, con un programa de la CBS sobre la prohibición sonando de fondo, todo ello sin perder el hilo? ¿cuándo dejaré de soñar que fumo? ¿cuándo recibiré mi primer cheque como escritor? ¿qué hago que no estoy acampado en Wall Street, arengando a los indignados con mis poemas más anticapitalistas? ¿por qué no vivo en Buenos Aires? ¿por qué soy más torpe que un elefante en una cacharrería? ¿por qué publico en un blog poesías que nadie lee y las bautizo postesías? ¿dónde, por piedad, decidme... dónde está mi zapatilla?


Ámbar gris en el Bósforo

                       A Orhan Pamuk, el gran interrogador


Se dan, en nosotros,
sucesos inquietantes,
un preciosismo de los ademanes,
un vértigo de atracciones,
una confusión, prefigurada, de las partículas,
un amor uterino por
la energía y su tránsito
por nuestro cuerpo
que mientras no cesa,
aun si la abandonamos,
nos hace inmortales.

En nosotros, confabulan
el carbón y el brazo, el pecho
y la minuta, el traje
y la sed, la poesía
y la risa, el amor
y los calcetines.

¿Cómo llegó hasta aquí
esta masa gelatinosa, informe,
veteada de manchas negras?
¿Qué corriente improbable
llevó este ámbar gris al Bósforo?

("Ámbar gris en el Bósforo" first appeared in Vulture Magazine, Sept. 2010 [Spain])



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